miércoles, 9 de noviembre de 2011

El amor también es un valor democrático sobre el que se debe escribir más...


JARIMÁN Y EL MALO
Karina Gabino

1ER AÑO "D"

I. E. Federico Villarreal


Es de noche, hace frío, la llovizna de esta ciudad es triste. Yo siempre pienso en el sol. En el agua de la acequia, el sol saca sus espadas y se te meten en los ojos, no te pasa nada muy malo, porque solo es luz, la luz más brillante y tibia, porque hay luces del sol opacas, frías, como las de esta ciudad en verano.

La luz de la mañana era la más hermosa, yo la veía reflejada en el color verde del pasto largo, bien largo, que caía de los bordos de las chacras. La lluvia era una fiesta. Lo más rico era el olor de tierra mojada y luego, cuando salía el arcoíris con un cielo violeta, conocías lo bello.

Ayer mi mamá me estaba contando un cuento, pero llegó mi papá y lo interrumpió todo. Yo le había dicho que me cuente algo que asuste, porque me gusta sentir el miedo cuando puedo abrazarme a ella. Me pudo contar solo un poquito, un poquito nada más...

Peor hoy no me podrá contar nada. Mi papá está con ella. Yo voy a contarme otra vez lo que me contó, para dormir sin escuchar nada, sin sentir nada, sin saber nada...

Había un perro, un anciano y su perro, me había dicho. El perro es ahora lo más importante en mis recuerdos. Me gustan los perros, pero no cualquier perro, sino los grandes, los de los policías, le dicen pastor alemán, su trompa larga es divertida, sus gestos me matan de risa, sus cejas, su “chuño” y su colita.

El perro de la historia se llamaba Jarimán. Vivía con un anciano. Había también un malo, era el pishtacho, un caníbal, dice, creo. Era un hombre que mataba, dice, seguro como en las películas, les cortaba el cuello a sus víctimas.
El anciano era su víctima ahora, porque el pishtacho estaba en la “chucclla” del anciano. Hasta ahí llegó ayer la historia.

Ahora sigo yo. El perro se lanza sobre Pishtacho, el malo. El salto es perfecto, sus colmillos han ensartado en su yugular. Pishtacho está en el suelo. La sangre de su cuello ha dejado de “borbotonear” y parece una serpiente tranquila en el suelo.

Jarimán es reconocido y famoso como Lai Fu. A Jarimán, le han tomado fotos y ha salido por la televisión. Jarimán da la pata a los niños, no hace ladridos innecesarios, solo olfatea a cada curioso admirador. Algunos se han llevado sus huellas, como recuerdo, en una hoja blanca de cuaderno. Jarimán vestía un traje andino, estaba con chullo, poncho y hasta le habían hecho unas ojotitas, pero él se las comió. Fue llamado por los periodistas como Jarimán, el perro andino salvador.

Así termina la historia de este perro andino, el anciano, su amo, vivió con él siempre, nadie se lo quitó. Jarimán conservó su traje andino y se presentaba de inmediato cuando un niño necesitaba ayuda. Pero debías decirle a gritos: “Jarimanchaaaa, sálvameeee”, entonces él se aparecía blandiendo la cola, con la lengua afuera, los colmillos brillantes y dispuestos, su poncho de llama y el chullo en su cabeza. Es un hermoso perro andino salvador.

Creo que mi mamá ya dejo de llorar, creo que ya no la escucho, creo. Ahora podré dormir. Seguro que si yo busco a Jarimán en mis sueños, lo encontraré; pero yo no me acuerdo siempre lo que quiero en mis sueños. Pero voy a pedirle a Jarimán que me ayude a encontrarlo en mis sueños, entonces le contaré sobre mi madre, lo buena que es, y lo indefensa que está. Jarimán vendrá, morderá a mi papá, pero despacito para que no muera, para que le duela solo, para que cambie, para que comprenda que me duele lo que hace con mi mamá y que lloro con ella desde aquí.

Jarimáaaan, sálvameeee. Jarimaaaan, sálvameeee. Jarimáaaan, sálvameeee. Jarimáaaan, sálvameeee...

1 comentario:

  1. Que bueno Karina, que ya estés escribiendo , tus propios cuentos. Es verdad, el amor es un valor, cultivalo y has que este presente por donde tu vayas.

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