Según la encuesta nacional urbana de GfK de octubre del 2013, la corrupción es una de las dos principales preocupaciones que más afecta a los peruanos. El mismo estudio revela la poca expectativa de los ciudadanos de que se sancione la corrupción, es más, creen que la mejor forma de combatirla es con más corrupción (permisividad frente a la coima), creen también que denunciarla es peligroso por las represalias y consideran que la corrupción no va a cambiar.
Si bien
la corrupción preocupa a los ciudadanos, vemos que la actitud de la
ciudadanía no es la más apropiada para combatirla. En el marco analítico
institucional alternativo que usa Alfonso Quiroz para evaluar y
explicar las causas y consecuencias de la corrupción en el Perú se
sostiene que se sabe poco sobre este tema porque se ha minimizado su importancia.
Este autor explica que el Perú es un caso clásico de un país
profundamente afectado por una corrupción administrativa, política y
sistemática, tanto en un pasado lejano como en el más reciente. Además
el autor nos permite comprender que la corrupción es un ataque directo a
la democracia y la ciudadanía. Es un mal uso del poder por parte de
funcionarios, coludidos con mezquinos intereses de terceros, para
obtener ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del
desarrollo social mediante la malversación o el desvío de recursos
públicos, y la distorsión de políticas e instituciones. La corruptela,
agrega, comprende el ofrecimiento y la recepción de sobornos, la
malversación y la mala asignación de fondos y gastos públicos, que
perjudican gravemente a nuestro país. Además el autor deja claro que una
historia específica y bien informada de la corrupción en el Perú puede
contribuir a una interpretación más realista de la historia general
peruana.
Pero cómo
combatir la corrupción en una dinámica social tan compleja e
inequitativa como la peruana. Sobre todo cuando la mayor parte de la
población no accede a una educación de calidad que le permita adquirir
valores ciudadanos fundamentales para interrelacionarse adecuadamente en
la sociedad. Fernando Savater nos advierte que los ciudadanos no surgen
espontáneamente, tenemos que formarlos, las políticas educativas deben
considerar que la educación ciudadana es básica y debe procurar que los
profesores sean los profesionales mejor preparados para poder impartirla
como corresponde. Sin duda esta es una tarea a largo plazo, pero a la
vez inaplazable.
La
formación de valores ciudadanos es crucial porque un valor es una
orientación para actuar de determinada manera. Susana Frisancho nos
explica que los valores son estándares interiorizados con los cuales
juzgamos el mundo y lo clasificamos en categorías de bueno o malo.
Describe que un valor no solo tiene un componente cognitivo, es decir,
no solo es una creencia, sino también incluye un componente afectivo:
evaluación y emoción. Por lo tanto, formar valores ciudadanos parte de
hacer comprender por qué es mejor actuar de un modo y no de otro,
implica también que, al elegir lo correcto, nos sentimos bien,
aprendemos a sentirnos satisfechos con nosotros mismos por hacer lo
correcto.
También
Lawrence Kohlberg explica que los humanos atravesamos por niveles de
desarrollo moral, cuya cúspide muestra a una persona autónoma y
preocupada por el bien de los demás, pero no atravesamos estos niveles
automáticamente, el pasar de un nivel de desarrollo moral a otro más
avanzado requiere de procesos motivados. Estos procesos motivados deben
darse desde que hacemos nuestra aparición en el mundo. La familia
recarga la labor de la escuela cuando no cumple con formar en los niños
los valores básicos para la ciudadanía como el respeto, la
responsabilidad, la honradez, la dignidad,… las cuales deben afianzarse
en la escuela. La formación de auténticos ciudadanos democráticos es
responsabilidad de cada uno de nosotros desde el lugar que no
encontremos sea como profesores, padres, políticos, vecinos, hermanos,
tíos, choferes, o cualquier rol en el que nos encontremos en la
sociedad. El reto mayor será educar a los adultos. Un ciudadano que ha
adquirido el valor de la honradez no miente, no roba, es justo, recto e
íntegro, franco, honorable, libre de engaño y siempre confiable, nunca
estafa a su semejante. Esos ciudadanos necesita el Perú.
Lourdes Quispe Huamán
Lourdes Quispe Huamán
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